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ARTÍCULOFERNANDO CILLÓNIZ BENAVIDES

Lima, 26 de abril de 2022


El entrecomillado es para citar textualmente al autor de la expresión: Vladimir Cerrón. Y estaba en lo correcto. El gobierno ha perdido el poder. Sin embargo, el problema fue lo que dijo a continuación: “Para tener el poder, hay que tener control total del ejército y la policía, hay que tener control del cuerpo de magistrados, hay que tener control de la burocracia estatal, y hay que tener control del clero”. Eso dijo Cerrón ante un grupo de militantes de su partido Perú Libre. O sea, mismo Adolf Hitler, Iósif Stalin o Mao Tse-Tung. Aprendiz de tirano… había resultado Cerrón.

Efectivamente ¡hasta a la Iglesia Católica pretende controlar! Habría que preguntarnos más bien: si Cerrón tuviera el poder ¿qué institución quedaría libre de sus garras? Sinceramente… jamás había escuchado una expresión tan tiránica como aquella que Cerrón dijo ante su militancia.

Está pues, meridianamente claro. Después de ver el video y escuchar a Vladimir Cerrón – con su sonrisa más, y aplausos de por medio – a nadie le debe quedar ninguna duda; Pedro Castillo y su pandilla pretenden gobernarnos – a perpetuidad – a través de una cruel y maldita tiranía.

Por eso, debemos descreer al Presidente Castillo cuando preconiza acerca de la moralidad, la unidad nacional, y la gobernabilidad. ¡Al igual que su tutor y mentor… es tan cínico! Sin embargo, a pesar de ello, muchos peruanos – ¡cuántos serán! – se han tragado el cuento. Para empezar, y sin dejar de reconocer sus buenas intenciones, el Doctor Max Hernández, Secretario Ejecutivo del Acuerdo Nacional; el Cardenal Pedro Barreto, Arzobispo de Huancayo… ¡y muchos más!

Pero no. Lo que está en juego es nuestra libertad. ¡Nada menos! En consecuencia, frente a Castillo y su pandilla, no debe caber tolerancia alguna… por más mínima que sea. El cordón umbilical que existe entre la organización criminal Los Dinámicos del Centro, Perú Libre, Vladimir Cerrón y Pedro Castillo… lo dice todo.

Por ello, no es casual que tengamos terroristas, narcotraficantes, azuzadores, gente corrupta, y demás, conformando el Gabinete Ministerial; es decir, la máxima instancia del Poder Ejecutivo. Por esos ministros prontuariados, tenemos gente de igual o peor calaña ocupando cargos de altísima responsabilidad en los propios ministerios, y demás instituciones del Estado.

Repito. Esos tipos sólo quieren el poder. Y vía una Asamblea Constituyente a la bruta, pretenden copar al Estado y perpetuarse en el cargo. ¿Y el pueblo?... ¡al diablo con el pueblo! Venezuela, Cuba y Nicaragua… a esas tiranías hay que emular. Así piensan ellos.

Si no, preguntémonos ¿qué hace un hombre de la tenebrosa agencia de inteligencia cubana – el Gallo Zamora – fungiendo de embajador de Cuba en nuestro país? ¿Alguien duda de los oscuros intereses detrás del trono de Pedro Castillo?

El problema es que la tiranía – toda tiranía – aparte de ser un descaro moral, empobrece. Efectivamente, la tiranía – toda tiranía – destruye la iniciativa privada y ciudadana. Las empresas entran en crisis. El desempleo y la informalidad aumentan. Los precios suben. La pobreza se multiplica. Los ahorros de las personas salen del país en busca de seguridad. El vandalismo se desborda. ¡Crisis total!

Insisto. Lo que estamos viviendo – y vamos para peor – es una tiranía muy corrupta y maltratadora. Una tiranía mafiosa. Un narco Estado, aliado con el terrorismo. Un país – como Venezuela, Cuba y Nicaragua – hambriento, sin medicamentos, sin empresas dónde trabajar, sin futuro. Un país de colas, escaseces, bonos alimentarios, y mercados negros. Un país inmundo, miserable, y caótico. Un país de pobres extremos y emigrantes. Pero eso sí, con una cúpula política dirigencial todopoderosa, multimillonaria.

Una democracia de verdad es todo lo contrario: orden público, libertad individual y colectiva, integridad moral, transparencia y eficiencia estatal, seguridad ciudadana y seguridad jurídica, desarrollo económico y progreso social, paz y bienestar colectivo, etc. ¡Claro que vale la pena luchar por nuestra libertad y nuestra democracia!

Por todo lo dicho – y por muchas cosas más – cada vez más peruanos estamos a favor de la vacancia presidencial. Y ¡vaya que la causa se está consolidando! Las manifestaciones de protesta de las últimas semanas constituyen una clara señal de que el desenlace está cada vez más cerca.

Veamos. El 5 de abril de 2022, la ciudadanía – masivamente – desobedeció abiertamente al gobierno y lo confrontó, a pesar del Estado de Emergencia; y a pesar de la orden de Inmovilización Social dispuesta y anunciada la noche anterior, por el mismísimo Presidente de la República. Ese día, el gobierno pretendió encerrarnos en nuestras casas. Pero no pudo. El pueblo se rebeló – se sublevó – en Lima y en diversas regiones del país. Incluso, después – y hasta la fecha – las manifestaciones de protesta se han vuelto pan de cada día.

Y ¿qué decir de la protesta más simbólica de todas? La del 22 de abril reciente, cuando un grupo de indignados ex comandos de nuestras Fuerzas Armadas, desairaron públicamente al Presidente Castillo, en la mismísima ceremonia por el 25 aniversario de la heroica Operación Chavín de Huántar, en la que se logró la liberación de 72 rehenes de la residencia del embajador del Japón en Lima. ¡Bravísimo mensaje de repudio al Presidente Castillo y a sus aliados terroristas!

Y así por el estilo. El poder del pueblo es cada vez más evidente y contundente. ¡Maravilloso! Por ello – parafraseando a Vladimir Cerrón – podríamos decir: hoy la mafia de Perú Libre está en el gobierno, pero no tiene el poder. Hoy la calle tiene el poder, no el gobierno. ¡Vamos Perú… sí se puede!



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